El ejercicio había que hacerlo por parejas y una persona de la pareja debía contar a la otra persona una historia de tres maneras distintas; la primera era mediante mímica, ¡qué difícil es contar la historia de que te has quedado sin gasolina en mitad de la noche! Aunque tampoco se me dio tan mal entender la historia gracias a que mi compañera me lo iba contando despacio y de manera muy sencilla para que no perdiese detalle de la historia. Había que estar atenta tanto a los gestos que hacía como a la manera de mover las manos si era de forma brusca o suave, rápida o lenta; y también a los gestos que hacía con la cara. En un principió pensé que había pinchado una rueda…

Y la última parte mi compañera me contaba la historia utilizando ya el lenguaje verbal, donde por fin confirme mi teoría la cual no era del todo errónea, aunque tampoco era del todo correcta. Ya me contó como fueron hasta la gasolinera, cómo reaccionó ella ante la situación y cómo solucionaron el “pequeño” problema.
Gracias a esta actividad nos dimos cuenta de que nos podemos entender y comunicar de muchas maneras, pero que al final en la que mejor nos enteramos de las cosas es en la que más empleamos, el lenguaje verbal.
Un título estupendo y una buena conclusión.
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